En respuesta a las palabras expuestas por Félix Jiménez Tutor el 13 de Mayo de 2008 en el Heraldo de Soria (versión digital), comentar que lo único que se pretende con lo que él define como "fiesta ruidosa" es hacer ver a la sociedad lo cambiante que ésta puede y debe llegar a ser. Y comunicar a todo interesado un derecho, oculto hasta el momento, que no atenta contra los derechos del resto de ciudadanos. Y es el poder elegir libremente mi opción religiosa impuesta contra mi voluntad al poco de nacer. En ningún momento puede generalizar de "arrebato" lo que, como en mi caso, muchos ya queríamos hacer tiempo atrás y no sabíamos cómo.
Por otro lado, un error garrafal que comete en sus afirmaciones es que el hecho de que fuese bautizado no implica la afirmación del acto de nacer, sino la entrada por voluntad de los padres (cosa que no juzgaré ya que sé que fue con la mejor intención) en una confesión religiosa. Lógicamente algo que no puedo ya negar es el hecho de que fui bautizado, es absurdo lo contrario. Como sería absurdo negar que estuve matriculado en tal colegio. ¿Pero dicho acto que conlleva el registro en la confesión cristiana y/o católica es inamovible? ¿Por qué no puedo cancelar dicho registro por la razón que sea? Y sí, como en su cita ha Rimbaud, "Soy esclavo de mi bautismo", pero no de tener que pertenecer o figurar como un creyente más si este no es mi deseo. E intentaré no marcar a mis hijos con ese "sello indeleble del amor de Dios" que comenta el señor Jiménez. Serán ellos quienes lo decidan. El bautismo no es más que un acto simbólico para establecer la entrada a la religión católica, apostólica y romana. Y menos aún ese acto conllevó a mi matrimonio con Dios, creo que para ello se requiere más tramitaciones.
Cuando el Sr. Jiménez hace referencia a las formas con que las religiones musulmana y judía coaccionan para el registro de sus feligreses, en contra de la posible futura voluntad del nuevo fiel, lo único que demuestra es lo incoherente de sus estamentos y la necesidad de registrar fieles antes de que puedan decidirlo por ellos mismos.
Por último, las razones que llevan a una persona a apostatar son individuales, personales e, incluso, únicas. Desde los que sólo quieren renunciar a la Iglesia y no a su fe, los que quieren cambiar de iglesia e incluso de fe, hasta los que reniegan de toda religión (como es mi caso). Estoy de acuerdo con que creer es el acto más humano, pero hay muchas maneras de creer y todas igual de válidas. Y como la fiesta del bautismo, o de la primera comunión, o de la confirmación y del matrimonio, el acto de apostatar es otra fiesta igual de legítima que celebra un nuevo cambio en la vida de cualquier persona. Todo cambio debe festejarse. Y, como afirma, en ningún momento es un fracaso vital, ya que todo cambio es nueva vida. Nunca me había sentido más rico como cuando he podido cambiar mi historia.
